En mi mente aparece algo
que de momentos es muy claro,
y con seguridad me empuja a pensar.
Es ésta la maldición que desvanece
toda sorpresa y mata la naturalidad
que los hechos necesitarán
para acorde a su destino
poder actuar.
Cuando se sabe todo es verdad,
el camino se muestra fácil;
parece inminente la llegada al punto
que tantas ansias apresuran
a querer disfrutar.
Así, cegado en ambición,
el camino se vuelve molesta excusa
para abordar felicidad.
Pero la felicidad perseguida
no es sino la muerte de la felicidad
que perdimos en el camino; la muerte de ese algo,
algo que nunca fue gestado..